Presentación del Manual de Etica Periodística comparada.

Texto editado por el Observatorio de Medios de Fucatel que preside el periodista Marcelo Contreras y cuya directora ejecutiva es Manuela Gumucio. En la presentación, el 2 de junio de 2005, hablaron el autor y la periodista Ethel Pliscoff.

Con la revelación de que Mark Felt, el segundo hombre del FBI en esos años, era Garganta Profunda, el misterioso informante de Carl Bernstein y Bob Woodward, la investigación periodística del Caso Watergate ha cerrado su ciclo.

Durante todos estos años ha sido considerada un ejemplo de labor periodística bien realizada. Pero ahora tenemos, también, la certeza, de que se trata de una tarea apegada a los más altos estándares éticos: Woodward y Bernstein hicieron un buen reporteo, fueron investigadores incansables en un caso complejo y difícil; tuvieron la guía de su jefe, el editor Ben Bradlee, y el apoyo de Katherine Graham, la principal accionista de la empresa, pese a las presiones, a veces muy directas, del gobierno más poderoso del planeta. Pero el punto, dramáticamente subrayado en estos días con la revelación del nombre de Mak Felt, tiene que ver con un secreto bien guardado, por una parte, y con el uso inevitable, en ciertos casos, de fuentes anónimas.

El abuso, en el mundo entero, pero muy particularmente en Chile en el último tiempo, podría llevarnos a un cierto maniqueísmo que rechaza totalmente este recurso. Algo similar a lo que ocurre actualmente con el Código de Etica del Colegio de Periodistas, que no acepta el uso de cámaras escondidas.

Ni lo uno ni lo otro, porque hay casos y casos.

Negarse, por anticipado, al empleo de determinadas tecnologías o procedimientos es rechazar la esencia del periodismo, abierto a todas las innovaciones, dispuesto a acoger todo recurso legítimo que le permita cumplir con su deber de informar.

La existencia de Mark Felt ha demostrado que las fuentes anónimas pueden ser esenciales para el éxito de una investigación. Pero, para trabajar con ellas se requiere extremar los cuidados (chequear y contrachequear con otras fuentes) y asegurar el secreto, así sea por 30 o más años.

Estimados amigos.

Cuando conversé con Camilo sobre este comentario, le dije que me era imposible dejar de mencionar lo que ha sido la gran noticia en el mundo del periodismo y la ética profesional en esta semana. Pero, igualmente, lo que corresponde es referirse al enorme trabajo realizado por nuestro autor y que se refleja en este libro que hoy empieza a circular oficialmente.

Hay varios ángulos para abordar esta obra.

El primero tiene que ver con lo que acabo de recordar: el buen periodismo debe ser ético. Lo demuestra Watergate y muchos otros ejemplos, felizmente, que conocemos en nuestro país, especialmente en los años oscuros de la dictadura: la valentía de Mónica González, Patricia Verdugo, María Olivia Monckeberg y otras mujeres que han quedado como ejemplo tiene que con un trabajo bien hecho y realizado sin sobrepasar los límites éticos. Con dos pilares fundamentales: la búsqueda responsable de la verdad y el respeto de la dignidad de las personas.

Sería injusto, por supuesto, no mencionar a quienes estuvieron apoyando a estas periodistas y permitieron que su trabajo se conociera. Aunque no son todos, no puedo dejar de mencionar a Juan Pablo Cárdenas, a Marcelo Contreras, a quienes trabajábamos en Hoy, a los responsables del Fortín y del Boletín de la Vicaría de la Solidaridad y, muy especialmente a Edwin Harrington, ya fallecido.

Son tantos nombres que hoy están injustamente en la penumbra y que, sin embargo, descollaron porque no dieron pábulo a ningún reproche ético, tan reiterado en nuestros días, en que el “Rey Ting”, como lo bautizó Guillermo Blanco, domina la pantalla y otros monarcas como la circulación y la sintonía son más poderosos que cualquier gobierno.

Ese es un ángulo.

Otro: las nuevas generaciones, forjadas en la lucha por la libertad, necesitan saber, no lo que hicimos, sino lo que se debe hacer, el “deber ser de los periodistas”, como dice el Código de Etica del Colegio.

Y aquí entra, por una puerta ancha, necesaria, este libro, sustancioso compendio de principios editoriales, manuales y códigos de diez grandes diarios y asociaciones y agrupaciones profesionales de todo el mundo.

Sobre esta base -sólida, contundente- debería cada periodista o estudiante de periodismo construir su propia visión del periodismo y la ética. Precisamente porque, como lo enfatiza Marcelo Contreras, junto con todo lo anterior, también debemos aprender a valorar nuestra capacidad de control: la autorregulación.

Sería alargar en exceso este comentario profundizar este aspecto, pero no puedo dejar de mencionarlo. Ocurre algo que me enorgullece y complica: mi presencia tanto en el Tribunal Nacional de Etica y Disciplina (TRINED) del Colegio de Periodistas de Chile como en el Consejo de Etica de los Medios, creado por la federación de Medios.

(Aquí cabe agregar un par de consideraciones adicionales: a lo largo del tiempo, el Consejo y el tribunal han ido generando una doctrina –no me parece adecuado llamarla jurisprudencia- muy valiosa sobre la ética y el ejercicio profesional del periodismo en Chile. Ahora, en el Trined, estamos haciendo una investigación acerca de los cursos de ética periodística en las Escuelas de Periodismo. No está terminada, pero hay buen material. Al respecto –segunda consideración- debo decir que lo que surge de este examen es la convicción de que, aparte de estar de acuerdo todos en que el mejor camino es el de la autorregulación, también vamos concordando que el mejor método de enseñanza de la ética es el estudio de casos y así lo demuestra la práctica).

Agradezco la confianza de colegas y empresarios en mi capacidad para enfrentar los temas éticos, pero debo confesar que también me siento intimidado por la responsabilidad que implica..

Nuestro esfuerzo, hoy día, junto con la difusión de este texto, tan completo, tan pedagógico, tan lleno de desafíos, debería ser, creo yo, entender que la responsabilidad ética no es una cortapisa de la libertad de expresión y de prensa, sino uno de sus soportes más sólidos. La autorregulación, que es parte del sentido de la profesión, es también parte de una defensa contra los intentos por legislar y coartar. En la medida que somos capaces de ejercer esta función, de satisfacer las inquietudes de los públicos con explicaciones en los casos en que hay más bien incomprensión que exceso o sanción, cuando corresponda, nuestra profesión de prestigia y recuerda verdaderamente su rol en la sociedad.

En torno a estas ideas matrices, Camilo ha recogido abundantes textos. Pero hay algunos que me son particularmente queridos. Cuando entré a la Universidad de Chile hace ya casi medio siglo, se había publicado o se publicó por esos días, el credo de Walter Williams, que se incluye en este libro. Es un texto que siempre me emociona y me recuerda los sueños de ese tiempo tan cercano y tan lejano. Creo, como Williams, en la profesión de periodista.

Y también creo, como dice en su primera línea el artículo primero del Código de Etica del Colegio, que “los periodistas están al servicio de la verdad, los principios democráticos y los derechos humanos”.

No estoy seguro si ustedes lo perciben como yo. Pero creo que en este recuerdo y en estas citas, está mi mejor homenaje al enorme trabajo que ha hecho Camilio Taufic para brindarnos este libro.

Muchas gracias, Camilo.

Muchas gracias a todos ustedes.

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