Campaña en invierno

Políticamente el invierno se tornó impredecible en Estados Unidos. Lo más probable es que un candidato demócrata gane la elección presidencial en noviembre próximo. Pero, por ahora, mientras los republicanos ya tienen casi decidido quién será su abanderado, los demócratas están en ardorosa batalla,.

Mañana martes (5 de febrero) es el “súper martes”, el equivalente a una primaria nacional. Veintitrés estados celebrarán simultáneamente sus caucuses, o sus primarias a fin de decidir el nombre de los candidatos a la presidencia. Es probable –pero no seguro- que al republicano John McCain se le asigne la representación de su partido frente al incierto legado de George W. Bush. Menos seguro es anticipar si Hillary Clinton (“la experiencia”) se impondrá a Barack Obama (“la esperanza”) en la lucha interna demócrata.

Mientras las miradas convergen sobre la disputa por las candidaturas, Bush vive en este limbo en que quedan relegados los presidentes sin posibilidad de reelección. Su reciente discurso del “Estado de la Unión”, -un “rito anual con más de dos siglos de existencia”, como lo llamó The New York Times-, fue recibido con indiferencia. Al fin y al cabo, está claro que sus dos principales tareas internas quedaron en la categoría de “asuntos pendientes”: la reformulación de la seguridad social y la solución a la inmigración ilegal. Y en Irak se empantanó el gran tema: la lucha con el terrorismo internacional. Al revés de sus inmediatos antecesores -su padre y Bill Clinton- Bush ni siquiera logró imponer un candidato para su sucesión. A la hora de definir a su reemplazante, los “padrinos” se han convertido en un elemento clave. Si John McCain se consolida en el Partido Republicado, será porque su imagen difiere radicalmente de Bush y porque en el camino recogió importantes apoyos, el último de los cuales fue Arnold Schwarzenegger.

En la vereda demócrata, la carrera decantó en dos grandes figuras: la ex Primera Dama y el recién llegado Obama. Cada uno de ellos recibió una poderosa bendición: Hillary Clinton, aparte del apoyo de su marido, logró que The New York Times le declarara enfáticamente su apoyo. Para Obama, quien empezó a aparecer como “el nuevo Kennedy”, 40 años después de la épica campaña por “la nueva frontera”, el mejor regalo fue el apoyo de Edward y Caroline Kennedy. Más ambiguo debe haberle resultado a Obama el apoyo del magnate conservador Rupert Murdoch, vía su diario sensacionalista el New York Post. No parecía lógico ese respaldo, pero ciertamente puede significar beneficios porque se trata de un diario popular.

A estas alturas, todos los recursos valen: Hillary se recuperó de un primer desastre cuando se mostró al borde de las lágrimas, lo que le permitió avanzar en la siguiente jugada. Después, ella y Barack se trenzaron en una áspera disputa al borde de lo permitido entre pre-candidatos del mismo partido. Pronto se percataron que esa no era lo más recomendable y el jueves pasado se mostraron más positivos en un foro en la CNN.

En esa perspectiva, por lo que ya se vio, el mejor blanco es el propio Presidente Bush. Aunque ofrece no pocas facetas vulnerables, sin duda prima la economía.

Para Bill Clinton la frase clave fue su grito de guerra: “¡Es la economía, estúpido!”. Se refería al legado de Bush padre. Ahora, su esposa, lo reiteró más elegantemente: “El próximo presidente entrará a su oficina y encontrará una serie de problemas”. Uno de los más importantes, claro, es, según su duro diagnóstico, “una economía que no funciona para una gran mayoría de los norteamericanos”.

Publicado en el diario El Sur de Concepción antes del 5 de Febrero de 2008

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