El duro diagnóstico de Krohne

Una decisión de un tribunal del estado de Nueva York, en Estados Unidos, acaba de definir un tema que ha sido objeto de larga discusión: ¿hasta qué punto los contenidos de la "red" (Internet, para más claridad) pueden asimilarse a los de un texto impreso? En el caso de una demanda por difamación de un funcionario del Departamento de Conservación Ambiental, la Corte de Apelaciones determinó que una demanda sólo podía iniciarse -igual que en el caso de los impresos- hasta un año después de la publicación. Y, para estos efectos, se asimiló publicación con la colocación del material en la red.

El caso es parte del complejo problema que han planteado las nuevas tecnologías en la era digital, también llamada la Sociedad de la Información. En Chile, como se ha dicho insistentemente desde hace un año, cuando se promulgó la llamada Ley de Prensa, el atraso en esta materia es considerable. Lo acaba de poner nuevamente en el tapete el periodista Walter Krohne con su libro "La libertad de expresión en Chile bajo la atenta mirada de la crítica", título largo que se complementa, además, con un subtítulo explicativo: "Balance de doce años de democracia (1990-2002)".

Como lo indica el nombre, verdadera declaración de principios, el autor hace un repaso de lo ocurrido desde el 11 de marzo de 1990 en adelante y llega a una conclusión categórica: "En Chile, a pesar de la promulgación de la nueva Ley de Prensa, sigue existiendo una limitada e incompleta libertad de expresión".

En apoyo de este planteamiento, recoge en esta obra, editada por la Fundación Konrad Adenauer, una gran cantidad de información conformada por citas de libros y publicaciones periódicas, opiniones de entrevistados y datos del acontecer diario. Constituye un lacerante diagnóstico de insuficiencias; un llamado a la conciencia de los responsables de los medios de comunicación y muy especialmente a los propios periodistas. "Información pareja, plana y sin alternativas que, con algunas excepciones escasas que escapan a la regla, se repite de medio en medio basada muchas veces en una versión casi uniforme y unilateral de los hechos".

¿Razones? Una histórica: las restricciones del período militar. Pero no es la única. También aparecen en el tablero las insuficiencias en el trabajo de los periodistas, la manía de las conferencias de prensa y la fuente oficial única, el exceso de Escuelas de Periodismo, los vicios del mercado y un tema reiterado por el Colegio de Periodistas: la falta de pluralismo -supuesta o real- de las empresas. De todo ello habla Krohne, pero sus muchos dardos apuntan quizás con más fuerza contra los políticos y los parlamentarios, "que fueron opositores de la dictadura y pidieron por años el retorno de la democracia" y ahora se muestran renuentes a seguir adelante con el perfeccionamiento de las disposiciones legales.

Todavía subsisten limitaciones como las disposiciones sobre desacato, que iban a desaparecer con la nueva ley, pero que persistieron en otros cuerpos legales.

Chile está muy lejos todavía de tener una legislación de prensa que enfrente con realismo, sin temor, pero con decisión, los desafíos tecnológicos.

Y esto, generalmente termina en la dictación de leyes apresuradas y contradictorias. O, peor aún, que atentan contra la esencia de la libertad responsable que planteamos los periodistas.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 6 de julio de 2002

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