Daniela y Nicolás, sorprendente esperanza

Ni en mis peores pesadillas logro imaginar lo que sintió Daniela García Palomar cuando se dio cuenta de que, tras caer de un tren en marcha, se estaba muriendo. En pocos segundos había pasado, en medio de la noche, del alegre grupo de jóvenes universitarios con que viajaba, a la soledad de la agonía. Su recuperación fue un verdadero milagro: se complementaron muchos factores, pero hubo dos fundamentales. Uno: la solidaridad del campesino que escuchó sus pedidos de auxilio antes que se terminara de desangrar; dos: la fuerza de su voluntad, tan bien contada en su libro “Elegí vivir”.El texto no es solo una declaración de principios. Es también una afirmación de un punto de partida: “Empecé a escribir, dice Daniela, porque no quería olvidar”.

Ahora en el último año de sus estudios de Medicina, la joven mostró otra inesperada faceta de su notable personalidad. Discretamente visitó en su lecho de enfermo a Nicolás Flaño, quien era presidente de la empresa de Ferrocarriles del Estado cuando ella se accidentó. Eran prácticamente las últimas horas de vida Flaño, un brillante economista que vio empañada su vida profesional precisamente por la tragedia de Daniela.

Lo que ocurrió en 2002 ilustra uno de los peores hábitos de nuestra cultura. Flaño asumió desde el primer momento la responsabilidad por lo ocurrido, resultado lamentable de la mala mantención de los anticuados equipos ferroviarios. El resto de la empresa, en cambio, cerró filas, llegando a argumentar que el grupo de Daniela había consumido alcohol o incluso drogas. También para las autoridades este era aparentemente el camino más sencillo, incluso para precaverse ante eventuales indemnizaciones.

Flaño debió renunciar. Se renovó el directorio completo de la empresa y, sobre todo, empezó una nueva era. En Ferrocarriles, como en muchos otros lugares, hay una conciencia creciente de que lo mejor en estos casos es asumir las responsabilidades. Y si es necesario pagar, hay que hacerlo. Por ello mismo se refuerzan medidas de seguridad en las cuales antes ni siquiera se pensaba. (Es lo que acaba de ocurrir en el Metro de Santiago, que puso barandillas en algunos sectores de andenes estrechos en la nueva línea 4-A. Pero –claro- todavía falta mucho terreno poor avanzar en este “ética del cuidado”).

A Nicolás Flaño este episodio también lo marcó definitivamente. Quienes lo conocían bien, como el sacerdote jesuita Felipe Berríos, valoraron su actitud: “Fue un gesto de mucha nobleza, que otros se habrían callado o lavado de manos”. Así se reconoció en sus funerales, el jueves, ocasión en que lo acompañaron relevantes personalidades, incluyendo al ex Presidente Patricio Aylwin.

Pero no cabe duda que para él, el mejor momento debe haber sido su encuentro final con la valerosa joven que ahora está a punto de titularse en Medicina de la Universidad Católica. Quienes participaron en la reunión “muy privada” como dijo la madre de Daniela, entre Nicolás Flaño y Daniela Gracía, tal vez hubieran preferido mantenerla en reserva. Pero no fue así.

A fin de cuentas, que se haya conocido es tal vez lo mejor que podía suceder, considerando que se trató –como se dijo- de un “símbolo de esperanza”.

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Publicado en el diario El Sur de Concepción en Agosto 2006

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