Días de fiesta en Filadelfia

No hay, en todo el mundo, un espectáculo político comparable al de las convenciones partidistas norteamericanas. Y yo lo sé porque en dos oportunidades, en 1968 y en 1984, pude estar en esta mezcla de circo de tres pistas, concilio ideológico y -crecientemente- show de televisión.

Este año la temporada de convenciones se inició en Filadelfia (Philly, para muchos norteamericanos) y, como estaba previsto, consagró como candidato presidencial republicano a George W. Bush, hijo del ex-presidente del mismo nombre.

En un par de semanas más será el turno de los demócratas en Los Angeles, California, donde debe consagrarse al Vicepresidente Al Gore, como su abanderado.

Cuando se estableció el sistema, hace casi un par de siglos, en la década de 1830, se pretendía que las convenciones fueran un foro abierto, donde se debatieran nombres y posiciones antes de designar los candidatos. Con el paso del tiempo, sin embargo, las reglas del juego han cambiado. Sucede con frecuencia que los delegados llegan más que nada a pasar un buen rato, debido a que la decisión principal -quién será el candidato- ya fue tomada. No se ttrata necesariamente de un retroceso en lo que a democracia se refiere. Por el contrario, se llega a la designación mediante mecanismos que van desde las elecciones primarias en algunos estados a reuniones internas en otros (caucus). Pero igual predomina un ambiente de desatada algarabía, incluso en medio de fuertes tensiones. Así fue en 1968, cuando Vietnam era un motivo de profunda división en la sociedad norteamericana.

En realidad, no hay modo de definir, para quien no ha estado ahí, lo que es una convención. Tiene mucho de espectáculo circense en grande, pero también ha recogido el impacto moderno de la televisión y ahora del Internet. Es, sobre todo, una ocasión de encuentro y convivencia para quienes comparten algunos -no demasiados- ideales políticos, pese a las enormes distancias que caracterizan la geografía norteamericana. Pero, ojo, no por ello deja de percibirse el peso de la historia.

En la década de los 80, cuando gobernaba Ronald Reagan, las reuniones republicanas sirvieron para enfatizar su denuncia contra “la potencia del mal” y la necesidad de defenderse mediante la llamada “guerra de las galaxias”. Hoy, con una plataforma mucha más moderada, el hijo de quien fuera vicepresidente de Reagan y luego su sucesor, no enfrenta un enemigo externo como era la Unión Soviética. Pero igual ha definido sus blancos: el aborto, la delincuencia, la droga. No se mencionó a Clinton, pero se habló mucho de “devolver la decencia a la Casa Blanca”.Tampoco quedaron fuera del escenario las notas destinadas a tocar las cuerdas más sensibles de los participantes, incluyendo un sentido homenaje a Reagan.

En los cuatro días de la convención, esta semana, todo el aparato partidista se volcó a algunas definiciones básicas. Si gana George W. Bush, quedó en claro que su gobierno será conservador, pero a diferencia de sus predecesores, estará abierto a las minorías, especialmente negros y los de origen “hispano”, es decir, latinoamericano. Es que los Bush, como buenos texanos, saben que los mexicanos han participado desde siempre de la vida de su estado. Más aun, esta fue la ocasión en que otro “George”, (George P. Bush), sobrino del nuevo candidato y nieto del ex Presidente, hizo su estreno como líder políico, pese a sus juveniles 20 años. Y lo hizo el jueves con un encendido discurso en inglés con numerosas frases en castellano. su madre, cuñada de George W. es mexicana de nacimiento.Todo esto explica que incluso frente a Cuba los republlicanos estén dispuestos a dar un mensaje menos beligerante.

Y lo mismo vale para los “afro-americanos”.Por algo Bush tuvo en su proclamación al general retirado Colin Powell, un negro que fue jefe del estado mayor conjunto, especie de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Y su principal asesora de política exterior -no se ha dicho, pero podría ser su secretaria de Estado- es Condolezza Rice, una brillante profesora, con título de Doctor en la Universidad de Denver, que alcanzó a vivir la amarga experiencia de la segregación legal en los estados del sur cuando era niña.

Pueden haber sido días de circo, con bandas musicales, muchas serpentinas y gorros multicolores. Pero no hay que engañarse. George W. se ha tomado en serio su intento por llegar a la casa Blanca. Y tiene un muy buen punto de partida: las encuestas ya lo dan como ganador.

4 de agosto de 2000.